El amor que siento es extraño e implacable, no he visto nunca nada parecido. Es familiar, cálido y sincero si hago un balance apropiado de ello.Me siento segura en sus brazos y en su cama. E insegura cuando lo veo alejarse, cuando el tiempo no me permite verle y cuando siento que esta lejos. La continua pregunta en mi cabeza ¿Se habrá olvidado ya de cuanto me quiere? ¿O habrá cambiado de idea respecto a lo cómodo que se siente conmigo? Con la constante pregunta enredada en mi cabeza: Y si tan especial y única soy para ti ¿Por qué no eliges tenerme? Con exclusividad como deseo. Entonces es cuando intento quitarme esa idea estúpida de la cabeza y pienso: Es que no es para tí. No es tu destino ni es tu causa.Por esas trabas de la vida. Y esos limites que ambos nos ponemos. Las circunstancias han hecho un abismo muy grande ante nosotros.Yo siempre elijo para mi los imposibles y este verdaderamente me gusta mucho. Es una musa que me hace suspirar con deleite.
Aparto las ideas de exclusividad y estabilidad de mi cabeza. Pienso que esto le da el toque extraño y oscuro que tanto nos gusta. Aportarle seriedad y romanticismo lo estropearía. Y ese opio perfecto para mi mente.
Y le deseo la mejor mujer de todas para su cama, su hogar y su cuidado. Deseo que alcance la felicidad que se merece y que nunca a logrado poseer. E intento esconder mis enfermizos celos en un cajón. Me digo: mi amor es más poderoso que mi egoísmo. Pero también tengo miedo a ser reemplazada. Porque las palabras con el tiempo adquieren un significado distinto y los caminos pueden separarse de manera natural y sin poder impedirlo. Y me entristece. Pero sonrió y lo acepto si el es feliz. Ese es el amor que profeso. Mirarlo de lejos agarrado de la mano de otra y verlo feliz. Ese es el amor que siento. Su bienestar es lo más importante para mi. Por ello siempre intento esconder mi debilidad en las hojas de un cuaderno, con mi puño y letra. Donde se recrea un mundo para el y para mi.Sus besos, palabras, sus caricias... ese es el opio perfecto para mi corazón.
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